La balada de los elefantes by Joan Brady

La balada de los elefantes by Joan Brady

autor:Joan Brady [Brady, Joan]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Didáctico
editor: ePubLibre
publicado: 2011-12-31T16:00:00+00:00


7

¿Qué tiene la oscuridad de la noche que hace que el tiempo parezca transcurrir más lentamente, que transforma la soledad en auténtica desesperación, que reemplaza la emoción por el más puro terror? ¿Por qué hace que el dolor parezca más intenso, mucho más perceptible que a la luz del día?

Estos eran los pensamientos que albergaba Jayla Nandi mientras se aventuraba, sola y vacilante, a cruzar una sabana oscura como boca de lobo.

Cada canto de grillo, cada aleteo de pájaro la sobresaltaba, y temía que la noche no se acabara jamás. Pero finalmente levantó la vista y se llenó de alivio al ver las primeras señales sutiles del amanecer. Arriba, en el cielo, la oscuridad mudaba en un púrpura intenso, y este color daba paso a un malva suave con motas doradas de sol.

No tenía idea de cuánto camino había recorrido en las horas previas al amanecer, sólo sabía que no podía ser mucho. De a ratos había sentido las vibraciones subterráneas apremiantes de las Ashanti, suplicándole que regresara. Ella no tenía dudas de que su exilio autoimpuesto era esencial para el interés y la supervivencia de la manada. No era sólo que ella no les sirviera de nada, sino que estaba convencida de ser una desventaja considerable, y si llegara a causarles más peligros y pérdidas de los que ya había causado sería incapaz de vivir con ello.

Jayla Nandi se dirigió hacia el este, negándose a desperdiciar el precioso tiempo en la trivial búsqueda de comida y un lugar para dormir. Se dijo que ya tendría tiempo de sobra para ocuparse de esos lujos una vez que se hubiera alejado lo suficiente de las Ashanti, cortando así toda posibilidad de comunicación con ellas.

A media mañana, sin embargo, la velocidad de su paso había disminuido considerablemente. El sol le quemaba la piel, el polvo del desierto se le metía en los ojos y en la garganta, y su estómago vacío rugía con profundo descontento. Estaba agotada y afligida y, lo peor de todo, sola. Por si fuera poco, un enjambre de insectos fastidiosos —de una especie que hasta entonces no había visto— descendieron sobre ella como una nube para morderla y picarla en cada centímetro de su irritada piel.

Pero ni aun así Jayla Nandi pensaba en regresar. Ya había tomado la decisión de dejar la manada y se mantendría firme. Además, ¿qué sentido tendría?, se preguntaba. ¿Qué importancia tenía si estaba cansada, incómoda y asustada? ¿No era ese el precio de ser tu propio jefe, por así decirlo? Sí, claro que lo es, continuó diciéndose, y estaba más que dispuesta a soportar adversidades si eso era lo necesario para hacerse cargo de su propia vida.

Al mediodía empezó a preguntarse cuánto tiempo más podría aguantar en esas condiciones. Necesitaba con desesperación alimento, agua y descanso, y no tenía a ninguna matriarca con una memoria ancestral que le dijera dónde encontrar el abrevadero más cercano. Curiosamente, fue entonces cuando alcanzó a ver uno. Al principio temió que fuera sólo un espejismo. Se obligó



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.